Visitas

viernes, 21 de marzo de 2014

Capítulo 13: Pétalos de rosa y sonrisa mentirosa.

 
- El viento sopla.
 
Si... El viento sopla con una extraña y enigmática calma. ¿No será que se aproxima una tormenta? No.. La tormenta nunca se fue. Al igual que cierta persona, que me dijo que se iba a marchar al lugar donde pertenecía, pero acabó volviendo horas después.
 
- No quería preocuparte, así que volví.
- Mentira... Puedo ver en tus ojos ahora mismo que lo que estás diciendo no es cierto.
 
No me respondió, como era de esperar.
 
- Olvídalo. - me rendí.
 
A nuestros padres bastó con poner ojitos de cordero y un par de lágrimas fingidas para ablandarles el corazón y hacer que olvidasen el enfado que habían tenido porque, inexplicablemente, había desaparecido así porque sí.
 
- Esta bien. - dijo mi madre.
 
Todo parecía estar bien. Sin embargo el viento soplaba con una extraña y enigmática calma. La tormenta ha llegado de nuevo. Me mira y sonríe. Que sonrisa mas mentirosa. No es la misma sonrisa de siempre.
 
- ¿adonde te fuiste? - le pregunté, en una de las muchas emboscadas que le hice desde que volvió.
 
Se calló. Volvió a soplar el viento. Pero esta vez unos pétalos de rosa se posaron a mis pies. Era extraño. No entendía la relación entre ambos sucesos.
 
- la rosa... Mi flor preferida entre todas las que existen.
 
Cogió un pétalo y lo observó durante un rato. Al rato la dejó ir y se la volvío a llevar el viento.
 
- Si me preguntas a donde fui... - dijo sin mirarme. - Fui a la guarida de las almas. Nada mas. Deja de atormentarte con eso.
- ¿Por qué fuiste hacia allí?
- Buscaba respuestas.
 
¿Eh?
 
- ¿respuestas? ¿Qué tipo de respuestas puedes conseguir allí que no puedas conseguir aquí... con tu familia...?
 
se me hizo un nudo en la garganta y empecé a llorar. El se acercó a mi. Puso su fría mano encima de mi cabeza.
 
- Cuando vine a este mundo... era para hacer feliz a papá y mamá. Pero parece... que estoy consiguiendo lo contrario. Por eso pensé que no debía estar aquí... Estoy molestándoles. No es bueno que este con ellos. No valgo nada...
- ¡Cállate!
 
Atzin se sorprendió.
 
- Eres... eres el hijo que creyeron muerto y que revivió de repente... ¿Crees que no vales nada? te equivocas. Te quieren. Mas de lo que piensas.
 
Se hizo el silencio.
 
- Idiota.
- ¿eh?
- Si estas intentando que me ablande... - me miró con los ojos llorosos. - Lo has conseguido... Maldito seas.
 
Le abracé aun sin entender nada de nada. Al soltarle, tenia la misma sonrisa mentirosa que antes.
 
- Para ya de sonreír así. No finjas estar bien si realmente no lo estas.
 
Me miró a los ojos. Otro pétalo de rosa se acercó a nosotros. Atzin pudo cogerlo al vuelo.
 
- ¿Me puedes explicar...?
- ¿Las pétalos?
- Si. De donde salen.
- No tengo ni idea.
 
Nos reímos.
 
- Lo único que sé... - empezó a decir él - es que aparecen cuando mi alma es realmente feliz.
 
Sonreí. Me alegraba de oír eso.
 
- ¿Vamos a casa?
 
Le tendí la mano. Él la agarró, con fuerza.
 
- Si.
 
Esa noche antes de dormir pude ver los pétalos de rosa invadiendo nuestra habitación. Me giré para observar a Atzin. Estaba dormido con una sonrisa. Pero no era una sonrisa mentirosa como las de antes.
 
Era la sonrisa mas sincera que había visto nunca.
 
CONTINUARÁ...

domingo, 2 de marzo de 2014

Capítulo 12: Donde pertenezco.


- Pero... ¿Que es esto?

Nuestra habitación, de nuevo estaba hecha un desastre. Y, de nuevo, nos ganamos una bronca de nuestra madre.

- ¡¿Me podéis explicar como es posible que esté la habitación tan desastrosa?! Me gustaría saber que clase de fiesta os montáis vosotros para dejarla así.
- Mamá... no es para tanto. - intervino Atzin.-  Le da un aspecto exótico a la casa.
- ¡Y tanto que le da un aspecto exótico! - dijo mamá en tono irónico. - Por que si escarbamos un poco, seguro que encontramos bichos por aquí.
- Anda que no molaría encontrarnos serpientes por aquí.

Atzin y yo nos aguantamos la risa para no cabrear mas a mamá.

- ¿Os parece divertido?

Me dio un escalofrió. Cuando mamá usaba ese tono, significaba que nos pasaríamos una hora aguantando sus gritos. Y no me equivocaba. Pero esa vez, habiendo pasado 20 minutos, la casualidad hizo que yo agachara la cabeza en el momento justo como para ver una cosa negra aproximarse al pie de mamá. Era Sherry, la araña que Atzin estaba cuidando desde hace algunas semanas a espaldas a mamá. Se me paralizó el cuerpo. No solo por ver a la araña que, admito, a veces me daba un poco de repelús, sino que también me imaginaba como seria la reacción de mamá. Yo no quería ser el responsable de decírselo.

"Díselo", me dijo Atzin mentalmente.
"Ni de broma. Hazlo tú que para eso es tu araña" le contesté yo.
"¿Sabes la que nos montará si lo descubre?"
"Lo descubrirá de todos modos. Díselo."
"No, díselo tú."

No hizo falta discutir mas. Mamá ya vio a la araña por su cuenta. Pegó tal grito que todos los de la ciudad se debieron enterar de algo. Nos costó hora y media hacer que dejara de correr por toda la casa y convencerla de que Atzin había tirado la araña (cosa que era mentira, ya que Atzin la había vuelto a esconder). Cuando fue a dejar a Sherry en su nuevo escondite, soltó un suspiro.

- ¿Y ahora que te pasa?
- No pensé que se pondría así...
- Tu le conoces de hace mas tiempo. tendrías que haberlo previsto.
- A veces me parece que no la conozco lo suficiente... o que ella no me conoce a mi.
- ¿Que quieres decir?

Atzin sonrió, pero no me respondió. Se le veía un poco melancólico. Ato seguido me cogió de la mano y me llevó al tejado.

- ¿Vas a hacerme volar otra vez? - dije, recordando lo mal que lo pasé aquella vez.
- No... Y tranquilo, hoy no te haré nada raro, ni te llevaré a ningún sitio extraño, ni te haré fusionarte conmigo ni nada... Hoy solo vamos a hablar.

Por alguna extraña razón, en vez de suspirar aliviado, aquello me entristeció un poco.

- ¿De que quieres hablar?
- Alain... Tu... ¿crees que debería estar aquí? ¿Crees que debería quedarme en esta casa? ¿Crees que debería quedarme aquí, sabiendo que no paro de darle problemas a papá y mamá? ¿Tan... tan mal hijo soy?

Le miré. Se le veia terriblemente afectado. Apoyé mi cabeza en su hombro en señal de apoyo, ya que no conseguía encontrar las palabras adecuadas para animarle.

- A veces pienso que debería irme.
- ¿A donde?
- A donde pertenezco. Quiero irme y dejar de dar problemas a todos: a papá, a mamá, a tí...
- ¿A mi? ¿Cuando me has dado problemas tu a mi?
- Desde que te conocí... todo lo que te he hecho te ha dado problemas. Lo primero fué decirte que me llamaras Tumma, lo que provocó que tu quisieras saber que significaba. Y lo último fué lo de la carta... Jamás debí permitir que la vieras.

Me quedé callado. No había caído en ello.

- ¿Y piensas que lo mejor para solucionar eso era marcharte? ¿Desaparecer? Así no se arregla el problema. Si te vas... dejarás una familia rota. Una familia que te quiere... ¿De verdad crees que el daño que le harás a papá y mamá va a servir de algo?
- Servirá para que no pueda hacerles daño mas con mis actos indebidos.
- No vale la pena, Atzin. No lo hagas. No te vayas.
- Será lo mejor para todos.
- Te equivocas, lo empeorarás.
- Tengo que hacerlo

Atzin se levantó. Se dejó deslizar hacia el borde del tejado y se preparaba para "emprender el vuelo". Le detuve.

- No... por favor.
- No me lo hagas mas difícil.
- ¡Es que no quiero que te vayas!
- ¡¿Y que quieres que haga?! No paro de perjudicar a todo el mundo. Aun que me quede a arreglarlo, volveré a provocar mas problemas. Pero no puedo evitarlo. Yo soy así. Nadie me puede cambiar.

Conmovido por sus palabras, le solté.

- Está bien... Si es lo que quieres, vale. Adelante. Pero antes de irte... piensa en el peso que pondrás sobre mis hombros.
- ¿Que quieres decir?
- Yo me quedaré aquí, y tendré que consolar a papá y mamá cuando estén afectados por que te fuiste. Ademas... ¿como les explico tu partida?
- No lo expliques. Dí simplemente que te despistaste un momento y que cuando te diste cuenta yo ya no estaba.
- Pero eso es... Oh, de acuerdo. Haz lo que quieras.

Se giró mirando el cielo.

- Una última cosa. - dijo sin mirarme. - Que me vaya no significa que no te echare de menos.
- Jamás dudé eso.

Me miró, sonrió y desapareció.

Él se fue. Me dejó solo. Me abandonó. Sentía que mi mundo, mi luz se estaba apagando poco a poco. Pensaba que era el fin.

Pero no lo era. Lo supe porque, tan solo dos días después de partir, él ya estaba de vuelta.

CONTINUARÁ...