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lunes, 23 de diciembre de 2013

Capítulo 3: La guarida de las almas.

Es Navidad. Mi primera Navidad desde que vine a aquí. Es una fiesta extraña, siempre me lo ha parecido. En el orfanato (voy a dejar de llamarlo orfa, suena muy infantil) tambien habiamos celebrado esta fiesta, pero sin apenas darle importancia. A veces me da la impresión de que esta fiesta solo existe para las familias que tienen una casa con chimenea, un arbol, decoraciones donde sale un señor gordo con barba y vestido de rojo. Los demas, los que vivimos en la "pobreza", tratamos de subsistir un día mas. Mis profesores le llamaban "fiesta creada por el capitalismo". Yo le llamo fiesta extraña.

En mi nueva família si que celebrabamos la Navidad, pero habia un ser en partícular al cual no le hacia mucha gracia. ¿Adivinais quien? No, no era a mi hermano. Aun que no le agradaba precisamente demasiado. Era mi padre.

- No entiendo esta fiesta, de verdad. - dijo papá. - ¿Por que tenemos que celebrar el nacimiento de Jesús?
- Jesús no nació el 25 de Diciembre, papá. Jesús nació en verano. La fecha de su cumpleaños se cambió para hacerla coincidir con las festividades paganas que conmemoraban el solsticio de invierno encendiendo hogueras y sacrificando cabras.

Nos quedamos sorprendidos. Sabíamos que Atzin era inteligente, pero... ¿tanto?. Mamá le miró, arqueó una ceja y le dijo:

- Hijo, te estas convirtiendo en Sheldon Cooper.

Me reí. No por lo que había dicho mama (no sabia quien demonios era Sheldon Cooper) sino por la forma. Pero a mi hermano no le hizo gracia mi risa. Tuve que morderme el labio para no reírme mas, mas que nada porque empezaba a conocerle y sabia que hacerle enfadar podría traerme consecuencias.

Empezamos a decorar la casa con motivo de la celebración de esta fiesta. A Atzin y a mi nos encargaron decorarla solo por fuera, cosa que yo no entendia.

- ¿Me puedes explicar por que no podemos entrar dentro para decorar la casa?
- Es obvio, ¿no? Papá y mamá quieren quedarse solos para hacer... cosas.
- ¿Qué cos...? - lo pillé al instante. - ¡Oh, dios!... ¡Que asco!

Atzin se rió. Su voz soltando carcajadas era agradable de oir.

- Que es broma hombre. No es por eso, sino por mi. No quieren que me acerque al árbol de Navidad para decorarlo.
- ¿Porque? ¿Acaso lo has incendiado alguna vez con tus "superpoderes"? - dije como burla.
- No. veras, te lo explicaré. - dijo, mientras colgábamos una figura de Papa Noel en el jardín.- El año pasado me pidieron que decorara yo el árbol. Pero no me dijeron que NO colocara la estrella de arriba del todo. Así que me subí al árbol y la coloqué. Pero el árbol, como es tan ligero, no pudo soportar mi peso, así que se inclinó hacia adelante. Para evitar caerme, salté e instintivamente me agarré a la primera cosa que pillé, que era la lámpara del techo. Esta también cedió, y dado que iba a caer intenté hacer la voltereta para evitar hacerme daño, pero al hacerlo impacte contra un mueble donde mi madre guardaba una copa de cristal muy preciada para ella. Esta cayó al suelo...
- Oh...

Su expresión había cambiado. Ahora parecía estar triste y apagado. Mas de lo normal.

- Supongo que nunca fui el hijo que ellos desearon tener.
- ¡No digas tonterías! ¿En que te basas?
- ¿Tu hubieras querido tener a alguien como yo?
- Pues si, si es mi hijo no me importaría como fuera... Además, seguro que fuiste un hijo deseado.
- Si que lo fui...
- ¿Te lo dijeron ellos?
- No. Lo vi yo.
- ¿Eh?

No entendía nada.

- ¿Cómo que lo viste?
- No me hizo falta nacer para saber que se morían por tener un hijo.
- Oye, me estoy liando mucho.

Atzin suspira. Creo que estaba perdiendo la paciencia conmigo.

- Ya te he dicho que lo vi.
- Si, pero... ¿Desde donde?
- ¿Quieres saberlo?

Asentí. No es que quisiera saberlo, es que me moría por saberlo. Por fin mi hermano me iba a explicar algo relacionado con él.

- Ven, siéntate.

Hizo un gesto para que me sentara  junto a él en un banco cerca de casa nuestra. me senté. A Atzin le costó un poco empezar a hablar, pero por fin lo hizo.

- Yo... antes de nacer no vivía aquí.
- Si no vivías aquí... ¿entonces donde?
- Existe un lugar que está entre el cielo y la Tierra llamado "la guarida de las almas". Supongo que ya te sonará el nombre, te lo comenté el otro día.
- Si, me suena.
- Pues allí es donde estaba yo antes.
- ¿Y que tiene ese sitio en especial?
- Allí reposan todas las almas que no pueden ir ni al cielo ni al infierno. En ese sitio nos pasamos una eternidad buscando algún ser vivo a punto de nacer en el cual meternos para vivir la vida de ese y así tener una oportunidad de que nos sean perdonados todos los hechos por los cuales no pudimos entrar al cielo. Así que, un día cualquiera estaba observando un hospital para ver si podía captar a alguna mujer a punto de tener un niño a ver si podía meterme dentro de su cuerpo y apropiarme de su alma... cuando los vi a ellos. Una pareja joven (ella embarazada) que entraba en la consulta del ginecólogo. No prestaba mucha atención a lo que decía el médico. Solo pude observar como pocos minutos después de que el médico se pusiera a hablar, la mujer empezó a llorar desconsoladamente. El padre le intentó consolar, pero también se le veía destrozado.
- ¿Y que les pasó?
- Su bebé... Había muerto.

Se hizo un silencio sepulcral. No me atreví a preguntar nada, solo esperé a que Atzin volviera a hablar.

- La noticia les afectó de verdad. Habían puesto mucha ilusión en ese niño, y apenas les faltaba tres meses para que el bebé naciera... Pero todo se había ido. Se fueron a casa destrozados, y ya en su casa volvieron a llorar sin descanso.

Se me cayó una lágrima. La historia que me estaba contando era realmente triste. Atzin se dio cuenta. Alargó la mano para secarme las lágrimas, mientras parecía que él estaba haciendo esfuerzos para que no se le cayeran.

- Lo sé, es triste. Por eso, algo se removió dentro mío y me hizo darme cuenta de que de verdad me importaba esa pareja y que no quería verlos sufrir mas. Por eso hice lo que hice.
- ¿Qué hiciste?
- ... Me metí en el cuerpo de ese niño. Y di una patada a mi madre para hacerle saber que estaba vivo. No te imaginas como lloraron de felicidad en ese momento papá y mamá. Jamás les vi tan felices...
- Guau... Entonces, cuando mueras ya podrás entrar en el cielo, ¿no? Esa es una buena acción suficiente.
- No... ya no puedo.
- ¿Por que no?
- Una de las normas que cualquier alma de la guarida de las almas debe seguir es que no puede meter en el cuerpo de un muerto... aun que sea un bebé. Yo incumplí esa norma solo por hacer feliz a papá y mamá... Así que ahora no puedo ir al cielo. Pero, ¿sabes que?
- ¿Que?
- Que no me arrepiento de lo que hice. La Tierra es un lugar muy interesante. Conoces gente muy curiosa.
- Me alegra que te guste este lugar. Pero me preocupa que ya no puedas entrar en el cielo. ¿Qué pasará cuando mueras?
- Mi alma desaparecerá.
- ¿Desaparecerá?
- Si. A no ser que encuentre a alguien que posea un alma con la cual pueda sentirme realmente bien, alguien que pueda entrar fácilmente en mi realidad y con quien esté muy a gusto si esta allí. Si existe alguien así, en el momento en el que ambos muramos nuestras almas no irán al cielo, pero tampoco desaparecerán. Se quedarán  en esa oscura y extraña realidad para siempre.
- Pero... ¡Si yo he entrado allí!

Me miró, arqueando una ceja. Fue entonces cuando lo entendí todo. Yo era ese alma del cual él hablaba. Yo era con quien se sentía tan a gusto. Desde el primer momento en el que me vio, notó algo en mi que le hizo entender que yo era esa persona que buscaba con tanto esmero. Mientras me daba cuenta de todas estas cosas, todo se volvió oscuro. Atzin me miró, serio, mas que de costumbre. Se arrodilló ante  mí, me cogió de la mano, la besó y me miró a los ojos.

- Por supuesto, la última palabra la tienes tú. Tú eres el que decides si quieres pasar el resto de la eternidad con un alma oscura como yo. Pero no tengas miedo a decir que no, ya que no podría soportar una eternidad junto a un alma que está allí solo para no sentirse culpable. La sinceridad es el mejor regalo que me podrías hacer, querido hermano.

Estaba chocado. No me esperaba que la desaparición de una alma dependiera de mí.

- Necesito pensarlo... ¿Cuanto tiempo tengo para decidirme?
-Tienes toda la vida, no te preocupes por eso. Pero cuando mueras, tendrás que decidir.

Asentí. Era un alivio no tener que decidir en ese momento, ya que no conocía a Atzin lo suficiente como para decidir inmediatamente mi destino después de la muerte.

-Volvamos.

 Todo volvió a la normalidad. Mire a mi hermano un segundo antes de que nuestra madre nos llamara para cenar.

- ¡Guau! Es asombroso...

Estaba toda la mesa llena de comida. Mis padres empezaron a comer como unos posesos. Aproveché para observarlos bien. Se les veía muy tranquilos. No parecían afectados por haber estado a punto de perder a un hijo años atrás. Supongo que el haber tenido a mi hermano hizo que sus heridas se curaran con el tiempo. Interrumpiendo mis pensamientos, Atzin me pasó una servilleta con algo escrito: "¿Entiendes por que quise hacerles felices?" Si, Atzin, si que lo entiendo. Ellos tienen un corazón muy grande y muy bondadoso. No se merecían sufrir, así que tu procuraste que no tuvieran que hacerlo.

Eres maravilloso. Es posible que seas un chico realmente extraño, oscuro y fantasmal, pero tu corazón es grandioso. Gracias a ti hoy nuestra familia es lo que es. Gracias a ti, papá y mamá son felices. Si tu no hubieses hecho eso, nada me garantiza que ahora mismo estuviese con ellos. Probablemente ni me hubiesen adoptado. Tu solo creaste este ambiente familiar tan acogedor. Gracias.


Pero pienso devolverte el favor. Y el primer paso para hacerlo será cederte mi alma para siempre.

 
 
CONTINUARÁ...


viernes, 20 de diciembre de 2013

Capítulo 2: Sigo consternado


Plash.

Este era el único ruido que escuchaba en ese momento. Y no, no estaba en la extraña y oscura realidad de mi misterioso hermano. Estaba en el baño, intentando relajarme oyendo como caían las gotas en la bañera mientras me secaba con una toalla. El baño era agradable, bien decorado y parecía como si siempre hubiese estado limpio. El resto de la casa era mas de lo mismo. Decoración moderna, aun que desconocida para mi. Nunca había vivido en un lugar así de precioso. Creo que, desde que tengo memoria he vivido en el orfa. No había conocido otra realidad mas que esa. Hasta ahora. Y, en ese tema almenos, no echaba de menos para nada el estar allí.

Abro la puerta del baño y una nube de vapor sale de él hacia el pasillo. Creo que me he pasado con el agua caliente. En mis manos llevo la ropa que tengo que poner dentro de ese "robot de acero" para que este lo limpie mientras le va dando vueltas a toda la ropa sin descanso. Recuerdo avergonzado el día que la ví funcionar por primera vez, cuando les pregunté a mis padres si la ropa no se mareaba. Creo que se rieron. O a lo mejor no. No lo recuerdo. La verdad es que he intentado olvidarlo. Sin embargo, Atzin no. Él me lo recuerda cada vez que ve que tiene una oportunidad de avergonzarme.

Mientras caminaba por el pasillo de camino a la lavadora, todo se vuelve oscuro. De nuevo.

- ¿Qué quieres, Atzin? - dije sin girarme. - Ya es la tercera vez hoy.
- ¿Cuántas veces tengo que decirte que ese no es mi verdadero nombre?
- Ya lo sé. pero no le veo lógica a llamarte por un nombre que te has inventado tú.

Él se quedó callado. Parece que le ofendí. Me giré para confirmarlo. Y así era.

- Oye... lo siento. No quería ofenderte. Pero te conozco apenas hace un mes y... nunca me has explicado el significado de Tumma. Además, Tumma me recuerda a tumba... y eso me da mal rollo.
- Eso es por que tiene algo que ver. Pero Tumma tiene otro significado.
- ¿Qué significado? ¡No me dejes en ascuas, jolín!
- Los humanos solo deberían saber las cosas en el momento en el que les conviene mas saberlo.
- ¿Y yo no lo sé porque...?
- Por que no te conviene ahora mismo.

Suspiro. Hablar con Atzin siempre me agota. Siempre está en su mundo, con su secretismo y sus misterios... y nunca es capaz de contarme nada de nada... Tanto que decía que yo era el único que podía entrar en su realidad y no es capaz de decirme el significado de su estúpido nombre. Pero, como soy insistente por naturaleza, le volví a instistir.

- ¿Y cuando me convendrá saberlo?

Atzin suspira. Parece que le he cansado con tantas pregunas mias... ¡Bien! Así sabrá lo que se siente. De repente, esboza una sonrisa que me provoca un escalofrío fantasmagórico. Se acerca a mí, como si de un espectro se tratara, y me susurra con su suave voz:

- Solo podrás saber porqué me llamo así cuando se me ocurra el nombre que mejor te va a ti.
- ¿El que mejor me...?

No pude terminar la frase. El frio por su presencia me recorre todo el cuerpo. Me congelo. Intento darme calor a mi mismo pero no funciona. Mi hermano parece darse cuenta de como estoy... Por primera vez.

- ¿Estas bien?
- ¿No... no te das cuenta, no?
- ¿Perdon?
- Desde... que te conocí todo ha sido así. Tu me has intentado arrastrar hasta aquí desde el primer día. Sigo consternado por que no entiendo lo que pasa, ni que es lo que pasa por tu cabeza para hacerme esto. Es tu realidad, no la mía. No te das cuenta del efecto que provocas en mí. Y no es bueno. No estoy bien.

Silencio. No me atrevo a mirarle a la cara, pero creo que con estas palabras le he echo daño. No pretendía hacérselo... pero es la verdad.

- Lo siento... Alain, de verdad que lo siento...

Todo vuelve a la realidad. La ropa que antes sostenía en mis manos esta toda esparcida por los suelos. Me apuro a recogerla, y cuando me levanto Atzin no está. Suspiro y me voy directo a la lavadora.

Durante la cena Atzin esta ausente. Mira al plato mientras se nota que está pensando en lo que ha pasado hace un rato.

- Hijo, ¿Qué ocurre? ¿No tienes hambre?

Atzin hace que no con la cabeza. Sin pronunciar ni una palabra.

- Esta bien... Pues lávate los dientes y vete a dormir.

El asiente. Se levanta y se marcha. De mientras, yo intento acabar de cenar, pero a mi también me invaden los pensamientos. Mamá se da cuenta.

- ¿Pero que os pasa hoy a los dos?
- Mamá... ¿Es normal que los hermanos... discutan?
- Por supuesto que es normal. Todos los hermanos discuten. Pero a ti te importa él. Y tu le importas. es una bendición que hayas venido. Atzin necesitaba un poco de "luz" en su vida.

Luz.

Desde hace días esa palabra resuena en mi cabeza como un tambor. Mis dudas se multiplican. ¿De verdad soy tan importante para él? ¿Le importo? Estoy harto de estas preguntas. Debia aclararlas de inmediato.

- ¿Ya no quieres mas?
- No, pero gracias por la comida. Estaba muy bueno, te lo juro. - le doy un beso en la mejilla. Me levanto y dejo el plato en la cocina. - Ah, dale un beso de mi parte a papá cuando venga de trabajar. ¡Buenas noches!

Me meto en el cuarto. No me he lavado los dientes, pero había algo que debía aclarar con mi hermano y eso corria mas urgencia. Tal y como me había imaginado, Atzin estaba allá, mirando el cielo estrellado a través de la ventana del dormitorio que ambos compartíamos. Me pongo a su lado. El silencio nos invade a ambos. Pero yo decido romperlo.

- Oye...
- Si que lo eres.
- ¿Eh?
- ¿Ibas a preguntarme si eres importante para mi, ¿no? Pues yo te digo que si que lo eres.
- ¿Cómo lo...? Ah, ya lo pillo. - Últimamente voy pillando sus trucos. - Puedes leerme el pensamiento.
- Eres listo.

Sonríe. Me alegra ver que le he provocado una sonrisa.

- Me alegra saber que soy importante para ti... Y no te preocupes por lo de antes. Olvídalo todo y vámonos a dormir.
- ¿No me guardas rencor?
- No, pero estoy un poco confuso. No entiendo como provocas esa "realidad". Si algún dia me lo explicaras...
- Algun día te lo contaré. Pero no hoy.

Nos metemos en la cama. Nuestras camas están en paralelo, una al lado de la otra por lo que, en días extraños como hoy, podemos darnos la espalda para evitar mirarnos a la cara y provocarnos dolor mutuamente. El silencio vuelve a reinar entre nosotros. Pero esta vez es Tumma (¡lo he dicho bien!) quien decide romperlo.

- Oye, Alain...
- ¿Si?
- ¿Alguna vez has oído hablar... de la guarida de las almas?
- ¿La que?
- Nada. Buenas noches.

Atzin se ha dormido. Tiene una rapidez para dormirse realmente admirable. Suspiro, cierro los ojos e intento dormir. La guarida de las almas... Que bien. De nuevo, mi querido hermano volvía a hacer gala de su misteriosa personalidad con algo misterioso que seguro que no descubriría yo por mi mismo. Solo espero que algún día sea bondadoso y decida contarme todos aquellos misterios suyos los cuales yo me desvivo por saber.

Algún día...


CONTINUARÁ...

viernes, 13 de diciembre de 2013

Capítulo 1: Llámame Tumma.


Me encanta viajar en avión. Ese fue lo primero que pensé al aterrizar en aquel extraño lugar. No había subido en mi vida en esas maquinas tan grandes con una energía tan potente, El ruido que hacían al aterrizar y al despegar me recordaba muchísimo a los dragones que aparecían en los libros que yo "tomaba prestado" de la biblioteca del orfa. El "orfa" es el orfanato, donde yo vivía antes. Le llamo orfa para evitar decir la palabra entera, ya que a todos mis compañeros y a mi nos producía tristeza y pesimismo. Por eso le llamábamos orfa, para darle una sensación cálida. Como el hogar al cual todos soñábamos que íbamos a ser destinados algún día. Yo soñaba con vivir en una casa con un padre ejemplar y una madre preciosa, donde ambos se daban muestras de cariño diario y donde me cuidaran y ayudaran con los deberes y con cualquier tarea del colegio. A medida que desarrollaba la historia de mi vida perfecta imaginaria me iba dando cuenta de lo imposible que era que se cumpliera. Pero no quería deprimirme. En el fondo de mi sabia que ese día llegaría. Y por fin lo hizo.


Se llamaban Arthur y Mary. Él, cocinero de un restaurante modestamente famoso del barrio, y ella era redactora de una revista de ciencias. Extraña combinación. Pero mas extraño era el resultado de su unión carnal. Un ser que iba a condicionar mi vida en aquel lugar donde se suponía que las cosas me iba a ir mejor. Sin saber lo que me iba a pasar en ese sitio, salí del avión. El sol resplandecía encima de mi. No me lo tomé como una señal de prosperidad (ya que, si lo hubiera hecho, con el tiempo me daría cuenta de que esa señal estaba completamente equivocada), sino como un fenómeno meteorológico totalmente normal y corriente.

Salí aquel lugar extraño lleno de gente. Ese sitio donde llegaban todas las personas aventureras que cogían esos dragones de acero que vuelan pero no echan humo. Mi asistenta social, que me había acompañado durante el viaje, se acercó a mi con un gesto cariñoso.

- Es hora de despedirnos, pequeño. Disfruta de esta nueva oportunidad que te ha dado la vida. - se le cayó una lágrima.- Y no te preocupes por los compañeros que has dejado allí. La mayoría de ellos están en procesos de adopción y les espera un futuro mejor.

Me abrazó. Sentí un poco de pena, pero se  desvaneció rápidamente al ver tres figuras a lo lejos que se acercaban a mi con paso decidido. Señalé hacia allí y Liz (así se llamaba mi asistenta) miró y sonrió.

- Ahí está tu futuro.

Mis nuevos padres saludaron a Liz. le preguntaron detalles sobre el viaje: como había ido, si habíamos tenido que esperar mucho... La verdad es que no se lo que decían, ya que no les escuchaba. Solo les miraba embelesado desde arriba. Ambos desprendían un áurea de calidez impresionante. Después de saludarla y de decirle adiós, me dieron un fuerte abrazo que casi me deja sin respiración.

- Por fin eres nuestro. - Dijo Arthur. - No te imaginas lo que hemos tenido que luchar por tí.
- Espero que te podamos dar lo mejor en nuestro hogar. - añadió Mary.

"¡Que amables!", pensé. ¿Es que acaso no habían tenido mas hijos? Me pareció injusto que una pareja feliz como ellos no hayan tenido nunca descendencia. Que injusta es la vida, me dije para mi mismo.

- Antes de irnos. - dijo Arthur, dejándome en el suelo. - Queremos que conozcas a álguien mas.
- ¿Alguien mas? - fue lo único que pude decir en ese momento.
- Si. Atzin, preséntate.

¿Atzin? ¿Quien era Atzin? Nadie me dijo nada sobre que tuviera que conocer a alguien más aparte de ellos dos. De pronto, detrás de las piernas de Arthur se asomó una cabeza.

- Vamos, no seas tímido. - dijo Arthur empujándole hacia delante. - Atzin, saluda a Alain, tu nuevo hermano.

Y ahí estaba él. Un niño de unos 12 años de edad (la misma edad que yo), con el pelo oscuro, de cara pálida y ojos negros con aspecto un poco fantasmal. Me miraba sin sonreír, como si me analizara por dentro. ¿Que le pasaba a ese extraño ser? ¿Es que había hecho algo malo? Yo creía que no, pero... ¿y si lo hubiese hecho inconscientemente?

Súbitamente, todo se volvió negro. No veía nada ni a nadie: ni mis padres, ni la gente del aeropuerto, ni mis maletas... nada de nada. Solo había algo que podía distinguir con claridad. Esa figura de ese niño misterioso mirándome con una mirada fantasmal y aterradora pero que, por alguna extraña razón, a mi me daba seguridad. No me daba miedo esa oscuridad, me sentía bien en ella. Era como un refugio. Pero este refugio improvisado no era casual.

- Lo has hecho tu, ¿verdad?

Él sonrió de forma pícara.

- Veo que eres listo. Digno de entrar en mi familia.
- Atzin... ¿por que haces esto? ¿Que te he hecho?

Su rostro no cambió. Alzó la mano para tocar mi rostro.

- ¿Que sientes?
- Es ... extraño. No siento el tacto de un ser humano. Sin embargo, me estas tocando.
- Hum... - musitó. - ¿Y por que  crees que pasa esto?
- Dímelo tú. - dije, apartándome. - ¿Que eres? ¿Por que la tomas conmigo? Apenas te acabo de conocer y tú... estas actuando como si me quisieras poseer.

Empecé a temblar. Crucé los brazos para quitarme el frió. Atzin suspiró.

- Supongo que para la gente normal como tu mi presencia es demasiado difícil de soportar.
- Dame tiempo. - dije, mirándole a los ojos. -  Vamos a vivir juntos, ¿no es así?

Atzin sonrió.

- Dime una cosa. - Me acerqué a él. - ¿Haces esto con todas las personas que conoces... o solo conmigo?
- No puedo decírtelo.
- ¿Porque no?
- Porque es mas divertido que lo descubras por ti mismo.

Me guiño un ojo. Me empecé a asustar.

- Oye, no se como estas haciendo esto, pero quiero que me devuelvas a la realidad.
- esto es la realidad. Quien soy yo de verdad. Yo solo estoy hecho de oscuridad. Aquí solo puedo entrar yo. Todo lo que veas fuera de esto, no es realidad. Solo una falsedad.
- ¿Y porque estoy yo aquí entonces?
- Porque solo hay una cosa que puede irrumpir en la oscuridad. Y esa cosa es la luz. Tu eres luz. Por algún motivo tu desprendes una sensación extraña que me hace sentir cálido si estas aquí conmigo.

Sonreí. Creo que no entendía el motivo de mi sonrisa.

- Es curioso... Porque yo noto lo mismo cuando estoy aquí.

Esto le pilló por sorpresa. Se quedó un segundo en silencio, hasta que levantó la mano, como si fuera a chasquear los dedos.

- Bueno, es hora de que volvamos.

Asentí.

- Ah, hazme un favor. - me dijo él.
- ¿Que quieres?
- Cuando volvamos "a la realidad", haz como si no hubiese pasado nada, ya que para papá y mamá no ha pasado nada, es como si se hubiese detenido el tiempo.
- De acuerdo.
- Y una cosa mas.
- ¿Otra?
- Si. Debes saber que Atzin es el nombre que me pusieron ellos. Pero tú... Llamame Tumma.
- ¿Tumma? ¿Porqué?

La oscuridad desapareció. Atzin estaba delante de mí, como si no hubiese pasado nada, y mis nuevos padres mirándonos embobados. Nos estrechamos la mano tímidamente como si nada. Arthur cogió mi maleta y nos dirigimos al párquing a coger el coche familiar. Aun continuaba aturdido por aquello que acababa de pasar. No creí que todo hubiese pasado de verdad hasta que, cuando estábamos en el coche de camino a mi nueva casa, Atzin me susurró al oído:

- El disimular no es tu fuerte, ¿verdad que no?

Le miré, avergonzado por mi debilidad.  El sonrió y continuó mirando hacia la ventana.Yo hice lo mismo. De mientras mis padres no paraban de hacerme preguntas sobre si estaba cómodo, si me gustaba este lugar, si tenía hambre... se preocupaban muchísimo por mi. Y era agradable.

No sé que me deparará esta nueva realidad. No sé si el estar con Atzin... quiero decir, con Tumma, me beneficiará en algún sentido, o si me acabará consumiendo en aquella oscuridad en la cual ambos nos sentimos cómodos. No sé como comportarme de ahora en adelante. No sé nada de la vida. Pero ese misterioso chico con nombre extraño y con comportamiento fantasmal estaba dispuesto a demostrármelo.


Estoy listo para cualquier cambio. Y siempre lo estaré.


CONTINUARÁ...