En mi nueva família si que celebrabamos la Navidad, pero habia un ser en partícular al cual no le hacia mucha gracia. ¿Adivinais quien? No, no era a mi hermano. Aun que no le agradaba precisamente demasiado. Era mi padre.
- No entiendo esta fiesta, de verdad. - dijo papá. - ¿Por que tenemos que celebrar el nacimiento de Jesús?
- Jesús no nació el 25 de Diciembre, papá. Jesús nació en verano. La fecha de su cumpleaños se cambió para hacerla coincidir con las festividades paganas que conmemoraban el solsticio de invierno encendiendo hogueras y sacrificando cabras.
Nos quedamos sorprendidos. Sabíamos que Atzin era inteligente, pero... ¿tanto?. Mamá le miró, arqueó una ceja y le dijo:
- Hijo, te estas convirtiendo en Sheldon Cooper.
Me reí. No por lo que había dicho mama (no sabia quien demonios era Sheldon Cooper) sino por la forma. Pero a mi hermano no le hizo gracia mi risa. Tuve que morderme el labio para no reírme mas, mas que nada porque empezaba a conocerle y sabia que hacerle enfadar podría traerme consecuencias.
Empezamos a decorar la casa con motivo de la celebración de esta fiesta. A Atzin y a mi nos encargaron decorarla solo por fuera, cosa que yo no entendia.
- ¿Me puedes explicar por que no podemos entrar dentro para decorar la casa?
- Es obvio, ¿no? Papá y mamá quieren quedarse solos para hacer... cosas.
- ¿Qué cos...? - lo pillé al instante. - ¡Oh, dios!... ¡Que asco!
Atzin se rió. Su voz soltando carcajadas era agradable de oir.
- Que es broma hombre. No es por eso, sino por mi. No quieren que me acerque al árbol de Navidad para decorarlo.
- ¿Porque? ¿Acaso lo has incendiado alguna vez con tus "superpoderes"? - dije como burla.
- No. veras, te lo explicaré. - dijo, mientras colgábamos una figura de Papa Noel en el jardín.- El año pasado me pidieron que decorara yo el árbol. Pero no me dijeron que NO colocara la estrella de arriba del todo. Así que me subí al árbol y la coloqué. Pero el árbol, como es tan ligero, no pudo soportar mi peso, así que se inclinó hacia adelante. Para evitar caerme, salté e instintivamente me agarré a la primera cosa que pillé, que era la lámpara del techo. Esta también cedió, y dado que iba a caer intenté hacer la voltereta para evitar hacerme daño, pero al hacerlo impacte contra un mueble donde mi madre guardaba una copa de cristal muy preciada para ella. Esta cayó al suelo...
- Oh...
Su expresión había cambiado. Ahora parecía estar triste y apagado. Mas de lo normal.
- Supongo que nunca fui el hijo que ellos desearon tener.
- ¡No digas tonterías! ¿En que te basas?
- ¿Tu hubieras querido tener a alguien como yo?
- Pues si, si es mi hijo no me importaría como fuera... Además, seguro que fuiste un hijo deseado.
- Si que lo fui...
- ¿Te lo dijeron ellos?
- No. Lo vi yo.
- ¿Eh?
No entendía nada.
- ¿Cómo que lo viste?
- No me hizo falta nacer para saber que se morían por tener un hijo.
- Oye, me estoy liando mucho.
Atzin suspira. Creo que estaba perdiendo la paciencia conmigo.
- Ya te he dicho que lo vi.
- Si, pero... ¿Desde donde?
- ¿Quieres saberlo?
Asentí. No es que quisiera saberlo, es que me moría por saberlo. Por fin mi hermano me iba a explicar algo relacionado con él.
- Ven, siéntate.
Hizo un gesto para que me sentara junto a él en un banco cerca de casa nuestra. me senté. A Atzin le costó un poco empezar a hablar, pero por fin lo hizo.
- Yo... antes de nacer no vivía aquí.
- Si no vivías aquí... ¿entonces donde?
- Existe un lugar que está entre el cielo y la Tierra llamado "la guarida de las almas". Supongo que ya te sonará el nombre, te lo comenté el otro día.
- Si, me suena.
- Pues allí es donde estaba yo antes.
- ¿Y que tiene ese sitio en especial?
- Allí reposan todas las almas que no pueden ir ni al cielo ni al infierno. En ese sitio nos pasamos una eternidad buscando algún ser vivo a punto de nacer en el cual meternos para vivir la vida de ese y así tener una oportunidad de que nos sean perdonados todos los hechos por los cuales no pudimos entrar al cielo. Así que, un día cualquiera estaba observando un hospital para ver si podía captar a alguna mujer a punto de tener un niño a ver si podía meterme dentro de su cuerpo y apropiarme de su alma... cuando los vi a ellos. Una pareja joven (ella embarazada) que entraba en la consulta del ginecólogo. No prestaba mucha atención a lo que decía el médico. Solo pude observar como pocos minutos después de que el médico se pusiera a hablar, la mujer empezó a llorar desconsoladamente. El padre le intentó consolar, pero también se le veía destrozado.
- ¿Y que les pasó?
- Su bebé... Había muerto.
Se hizo un silencio sepulcral. No me atreví a preguntar nada, solo esperé a que Atzin volviera a hablar.
- La noticia les afectó de verdad. Habían puesto mucha ilusión en ese niño, y apenas les faltaba tres meses para que el bebé naciera... Pero todo se había ido. Se fueron a casa destrozados, y ya en su casa volvieron a llorar sin descanso.
Se me cayó una lágrima. La historia que me estaba contando era realmente triste. Atzin se dio cuenta. Alargó la mano para secarme las lágrimas, mientras parecía que él estaba haciendo esfuerzos para que no se le cayeran.
- Lo sé, es triste. Por eso, algo se removió dentro mío y me hizo darme cuenta de que de verdad me importaba esa pareja y que no quería verlos sufrir mas. Por eso hice lo que hice.
- ¿Qué hiciste?
- ... Me metí en el cuerpo de ese niño. Y di una patada a mi madre para hacerle saber que estaba vivo. No te imaginas como lloraron de felicidad en ese momento papá y mamá. Jamás les vi tan felices...
- Guau... Entonces, cuando mueras ya podrás entrar en el cielo, ¿no? Esa es una buena acción suficiente.
- No... ya no puedo.
- ¿Por que no?
- Una de las normas que cualquier alma de la guarida de las almas debe seguir es que no puede meter en el cuerpo de un muerto... aun que sea un bebé. Yo incumplí esa norma solo por hacer feliz a papá y mamá... Así que ahora no puedo ir al cielo. Pero, ¿sabes que?
- ¿Que?
- Que no me arrepiento de lo que hice. La Tierra es un lugar muy interesante. Conoces gente muy curiosa.
- Me alegra que te guste este lugar. Pero me preocupa que ya no puedas entrar en el cielo. ¿Qué pasará cuando mueras?
- Mi alma desaparecerá.
- ¿Desaparecerá?
- Si. A no ser que encuentre a alguien que posea un alma con la cual pueda sentirme realmente bien, alguien que pueda entrar fácilmente en mi realidad y con quien esté muy a gusto si esta allí. Si existe alguien así, en el momento en el que ambos muramos nuestras almas no irán al cielo, pero tampoco desaparecerán. Se quedarán en esa oscura y extraña realidad para siempre.
- Pero... ¡Si yo he entrado allí!
Me miró, arqueando una ceja. Fue entonces cuando lo entendí todo. Yo era ese alma del cual él hablaba. Yo era con quien se sentía tan a gusto. Desde el primer momento en el que me vio, notó algo en mi que le hizo entender que yo era esa persona que buscaba con tanto esmero. Mientras me daba cuenta de todas estas cosas, todo se volvió oscuro. Atzin me miró, serio, mas que de costumbre. Se arrodilló ante mí, me cogió de la mano, la besó y me miró a los ojos.
- Por supuesto, la última palabra la tienes tú. Tú eres el que decides si quieres pasar el resto de la eternidad con un alma oscura como yo. Pero no tengas miedo a decir que no, ya que no podría soportar una eternidad junto a un alma que está allí solo para no sentirse culpable. La sinceridad es el mejor regalo que me podrías hacer, querido hermano.
Estaba chocado. No me esperaba que la desaparición de una alma dependiera de mí.
- Necesito pensarlo... ¿Cuanto tiempo tengo para decidirme?
-Tienes toda la vida, no te preocupes por eso. Pero cuando mueras, tendrás que decidir.
Asentí. Era un alivio no tener que decidir en ese momento, ya que no conocía a Atzin lo suficiente como para decidir inmediatamente mi destino después de la muerte.
-Volvamos.
Todo volvió a la normalidad. Mire a mi hermano un segundo antes de que nuestra madre nos llamara para cenar.
- ¡Guau! Es asombroso...
Estaba toda la mesa llena de comida. Mis padres empezaron a comer como unos posesos. Aproveché para observarlos bien. Se les veía muy tranquilos. No parecían afectados por haber estado a punto de perder a un hijo años atrás. Supongo que el haber tenido a mi hermano hizo que sus heridas se curaran con el tiempo. Interrumpiendo mis pensamientos, Atzin me pasó una servilleta con algo escrito: "¿Entiendes por que quise hacerles felices?" Si, Atzin, si que lo entiendo. Ellos tienen un corazón muy grande y muy bondadoso. No se merecían sufrir, así que tu procuraste que no tuvieran que hacerlo.
Eres maravilloso. Es posible que seas un chico realmente extraño, oscuro y fantasmal, pero tu corazón es grandioso. Gracias a ti hoy nuestra familia es lo que es. Gracias a ti, papá y mamá son felices. Si tu no hubieses hecho eso, nada me garantiza que ahora mismo estuviese con ellos. Probablemente ni me hubiesen adoptado. Tu solo creaste este ambiente familiar tan acogedor. Gracias.
Pero pienso devolverte el favor. Y el primer paso para hacerlo será cederte mi alma para siempre.
CONTINUARÁ...