Me encanta viajar en avión. Ese fue lo primero que pensé al aterrizar en aquel extraño lugar. No había subido en mi vida en esas maquinas tan grandes con una energía tan potente, El ruido que hacían al aterrizar y al despegar me recordaba muchísimo a los dragones que aparecían en los libros que yo "tomaba prestado" de la biblioteca del orfa. El "orfa" es el orfanato, donde yo vivía antes. Le llamo orfa para evitar decir la palabra entera, ya que a todos mis compañeros y a mi nos producía tristeza y pesimismo. Por eso le llamábamos orfa, para darle una sensación cálida. Como el hogar al cual todos soñábamos que íbamos a ser destinados algún día. Yo soñaba con vivir en una casa con un padre ejemplar y una madre preciosa, donde ambos se daban muestras de cariño diario y donde me cuidaran y ayudaran con los deberes y con cualquier tarea del colegio. A medida que desarrollaba la historia de mi vida perfecta imaginaria me iba dando cuenta de lo imposible que era que se cumpliera. Pero no quería deprimirme. En el fondo de mi sabia que ese día llegaría. Y por fin lo hizo.
Se llamaban Arthur y Mary. Él, cocinero de un restaurante modestamente famoso del barrio, y ella era redactora de una revista de ciencias. Extraña combinación. Pero mas extraño era el resultado de su unión carnal. Un ser que iba a condicionar mi vida en aquel lugar donde se suponía que las cosas me iba a ir mejor. Sin saber lo que me iba a pasar en ese sitio, salí del avión. El sol resplandecía encima de mi. No me lo tomé como una señal de prosperidad (ya que, si lo hubiera hecho, con el tiempo me daría cuenta de que esa señal estaba completamente equivocada), sino como un fenómeno meteorológico totalmente normal y corriente.
Salí aquel lugar extraño lleno de gente. Ese sitio donde llegaban todas las personas aventureras que cogían esos dragones de acero que vuelan pero no echan humo. Mi asistenta social, que me había acompañado durante el viaje, se acercó a mi con un gesto cariñoso.
- Es hora de despedirnos, pequeño. Disfruta de esta nueva oportunidad que te ha dado la vida. - se le cayó una lágrima.- Y no te preocupes por los compañeros que has dejado allí. La mayoría de ellos están en procesos de adopción y les espera un futuro mejor.
Me abrazó. Sentí un poco de pena, pero se desvaneció rápidamente al ver tres figuras a lo lejos que se acercaban a mi con paso decidido. Señalé hacia allí y Liz (así se llamaba mi asistenta) miró y sonrió.
- Ahí está tu futuro.
Mis nuevos padres saludaron a Liz. le preguntaron detalles sobre el viaje: como había ido, si habíamos tenido que esperar mucho... La verdad es que no se lo que decían, ya que no les escuchaba. Solo les miraba embelesado desde arriba. Ambos desprendían un áurea de calidez impresionante. Después de saludarla y de decirle adiós, me dieron un fuerte abrazo que casi me deja sin respiración.
- Por fin eres nuestro. - Dijo Arthur. - No te imaginas lo que hemos tenido que luchar por tí.
- Espero que te podamos dar lo mejor en nuestro hogar. - añadió Mary.
"¡Que amables!", pensé. ¿Es que acaso no habían tenido mas hijos? Me pareció injusto que una pareja feliz como ellos no hayan tenido nunca descendencia. Que injusta es la vida, me dije para mi mismo.
- Antes de irnos. - dijo Arthur, dejándome en el suelo. - Queremos que conozcas a álguien mas.
- ¿Alguien mas? - fue lo único que pude decir en ese momento.
- Si. Atzin, preséntate.
¿Atzin? ¿Quien era Atzin? Nadie me dijo nada sobre que tuviera que conocer a alguien más aparte de ellos dos. De pronto, detrás de las piernas de Arthur se asomó una cabeza.
- Vamos, no seas tímido. - dijo Arthur empujándole hacia delante. - Atzin, saluda a Alain, tu nuevo hermano.
Y ahí estaba él. Un niño de unos 12 años de edad (la misma edad que yo), con el pelo oscuro, de cara pálida y ojos negros con aspecto un poco fantasmal. Me miraba sin sonreír, como si me analizara por dentro. ¿Que le pasaba a ese extraño ser? ¿Es que había hecho algo malo? Yo creía que no, pero... ¿y si lo hubiese hecho inconscientemente?
Súbitamente, todo se volvió negro. No veía nada ni a nadie: ni mis padres, ni la gente del aeropuerto, ni mis maletas... nada de nada. Solo había algo que podía distinguir con claridad. Esa figura de ese niño misterioso mirándome con una mirada fantasmal y aterradora pero que, por alguna extraña razón, a mi me daba seguridad. No me daba miedo esa oscuridad, me sentía bien en ella. Era como un refugio. Pero este refugio improvisado no era casual.
- Lo has hecho tu, ¿verdad?
Él sonrió de forma pícara.
- Veo que eres listo. Digno de entrar en mi familia.
- Atzin... ¿por que haces esto? ¿Que te he hecho?
Su rostro no cambió. Alzó la mano para tocar mi rostro.
- ¿Que sientes?
- Es ... extraño. No siento el tacto de un ser humano. Sin embargo, me estas tocando.
- Hum... - musitó. - ¿Y por que crees que pasa esto?
- Dímelo tú. - dije, apartándome. - ¿Que eres? ¿Por que la tomas conmigo? Apenas te acabo de conocer y tú... estas actuando como si me quisieras poseer.
Empecé a temblar. Crucé los brazos para quitarme el frió. Atzin suspiró.
- Supongo que para la gente normal como tu mi presencia es demasiado difícil de soportar.
- Dame tiempo. - dije, mirándole a los ojos. - Vamos a vivir juntos, ¿no es así?
Atzin sonrió.
- Dime una cosa. - Me acerqué a él. - ¿Haces esto con todas las personas que conoces... o solo conmigo?
- No puedo decírtelo.
- ¿Porque no?
- Porque es mas divertido que lo descubras por ti mismo.
Me guiño un ojo. Me empecé a asustar.
- Oye, no se como estas haciendo esto, pero quiero que me devuelvas a la realidad.
- esto es la realidad. Quien soy yo de verdad. Yo solo estoy hecho de oscuridad. Aquí solo puedo entrar yo. Todo lo que veas fuera de esto, no es realidad. Solo una falsedad.
- ¿Y porque estoy yo aquí entonces?
- Porque solo hay una cosa que puede irrumpir en la oscuridad. Y esa cosa es la luz. Tu eres luz. Por algún motivo tu desprendes una sensación extraña que me hace sentir cálido si estas aquí conmigo.
Sonreí. Creo que no entendía el motivo de mi sonrisa.
- Es curioso... Porque yo noto lo mismo cuando estoy aquí.
Esto le pilló por sorpresa. Se quedó un segundo en silencio, hasta que levantó la mano, como si fuera a chasquear los dedos.
- Bueno, es hora de que volvamos.
Asentí.
- Ah, hazme un favor. - me dijo él.
- ¿Que quieres?
- Cuando volvamos "a la realidad", haz como si no hubiese pasado nada, ya que para papá y mamá no ha pasado nada, es como si se hubiese detenido el tiempo.
- De acuerdo.
- Y una cosa mas.
- ¿Otra?
- Si. Debes saber que Atzin es el nombre que me pusieron ellos. Pero tú... Llamame Tumma.
- ¿Tumma? ¿Porqué?
La oscuridad desapareció. Atzin estaba delante de mí, como si no hubiese pasado nada, y mis nuevos padres mirándonos embobados. Nos estrechamos la mano tímidamente como si nada. Arthur cogió mi maleta y nos dirigimos al párquing a coger el coche familiar. Aun continuaba aturdido por aquello que acababa de pasar. No creí que todo hubiese pasado de verdad hasta que, cuando estábamos en el coche de camino a mi nueva casa, Atzin me susurró al oído:
- El disimular no es tu fuerte, ¿verdad que no?
Le miré, avergonzado por mi debilidad. El sonrió y continuó mirando hacia la ventana.Yo hice lo mismo. De mientras mis padres no paraban de hacerme preguntas sobre si estaba cómodo, si me gustaba este lugar, si tenía hambre... se preocupaban muchísimo por mi. Y era agradable.
No sé que me deparará esta nueva realidad. No sé si el estar con Atzin... quiero decir, con Tumma, me beneficiará en algún sentido, o si me acabará consumiendo en aquella oscuridad en la cual ambos nos sentimos cómodos. No sé como comportarme de ahora en adelante. No sé nada de la vida. Pero ese misterioso chico con nombre extraño y con comportamiento fantasmal estaba dispuesto a demostrármelo.
Estoy listo para cualquier cambio. Y siempre lo estaré.
CONTINUARÁ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario